En el campo, cerca del pueblo, una pastora cuida su ganado cuando se le acerca un joven bajo y muy bien vestido, el cual comienza a hablarle de amor. El joven desea casarse con la pastora, pero ella no quiere.
Hacen chistes sobre lo bajo que es él. El joven le dice que pese a lo bajo que es, es capaz de levantarla. La pastora se sube en su espalda y, con gran asombro, ve como los largos brazos del joven se transforman en alas, para emprender el vuelo hasta una cueva en medio de un cerro, donde era difícil llegar.
El joven curco (jorobado) era el cóndor que se volvía hombre cuando hablaba.
El cóndor deja a su amada en la cueva y sale a buscarle comida. Trae carne cruda, pero la pastora lo rechaza, no la quiere. Vuelve a volar el cóndor y deposita la carne sobre restos de fuego donde la sopea (carne asada sobre cenizas). Alimentando así a la muchacha, que sigue viviendo en la cueva, pasan tres años. La pastora ya tiene una guagua. La pastora quiere irse pero no puede avisar a sus padres, su cuerpo comienza ya a cubrirse de plumas.
Una tarde la pastora ve que por abajo pasa un zorro. Ella lo llama y desde lo alto de la cueva lo grita pidiéndole por favor que avise a su padre, Urrucutu Pancho, lo que ha pasado y dónde está.
El zorro corre por el campo gritando:
—Urrucutu Pancho, Urrucutu Pancho…
Cuando encuentra una lagartija y empieza a perseguirla para cazarla. Cuando se la come se acuerda del encargo de la pastora, pero ve que se le ha olvidado el nombre del padre de la pastora. Regresa a la montaña donde está la cueva. La pastora le dice:
—Urrucutu Pancho es el nombre de mi padre.
Vuelve el zorro a correr por los cerros llamando al pastor:
—Urrucutu pancho…Urrucutu Pancho…
Pero ahora ve a un pajarito y comienza a perseguirlo, y otra vez se le olvida el nombre del pastor. Vuelve nuevamente a los pies de la montaña donde vive la pastora. Ella vuelve a repetirle el nombre de su padre y a pedirle por favor que cumpla su encargo.
Gritando por el campo el zorro llega cerca del rancho donde vivía Urrucutu Pancho. Cuando el pastor ve rondando cerca al zorro, largó los perros para que lo corran y lo sigan, porque el pastor no sabía a lo que iba el zorro. Cuando el zorro se ve acorralado grita al pastor:
—No te diré donde se encuentra tu hija perdida.
Urrucutu Pancho detiene a los perros y al saber lo que le había ocurrido a su hija se apura para salvarla, siguiendo al zorro que lo lleva hasta la cueva.
Durante el día el cóndor no estaba en la cueva porque tenía que salir lejos a buscar alimentos para su hijo y su amada. El pastor, Urrucutu Pancho, se aprovecha de eso y sube hasta lo alto del cerro, desde ahí deja caer una cuerda hasta la cueva donde estaba su hija. La pastora se amarra con ella y es izada por su padre junto con su hijo.
Es tarde, ya se esconde el sol, cuando el cóndor llega cansado a su casa, en la cueva del cerro. Ahí ve desesperado cómo no está la pastora y tampoco su hijo. Llorando el cóndor recorre los cerros y los campos sin poder encontrarlos. Agotado, ve un rancho y parte para allá a descansar encima del techo de paja.
Urrucutu Pancho y su hija ven acercarse al cóndor, porque era de ellos la casa. Ligero el padre esconde a la pastora y su hijo en un huilqui (cántaro, vasija grande) y lo tapa y hace como que está trabajando.
El cóndor llega a la casa y llora callado. De uno de sus ojos sale agua cristalina, el otro ojo llora sangre.
Más tarde el cóndor emprende solitario el vuelo hacia la cordillera.
Al quedar solo, Urrucutu Pancho corre a ayudar a su hija a salir del huilqui. Pero ve con gran pena que su hija y su nieto están muertos convertidos en cóndores.
Nota: Este cuento es conocido en casi toda la zona del Salado.
Narrativa tradicional atacameña
Hábitat. Cultura. Corpus
Domingo Gómez Parra