Folclorización
Hoy, debido en gran parte a la injerencia de los medios de comunicación de masas, Chile tiene acceso a la música y danzas de gran parte del mundo. En la historia, algunas de estas manifestaciones se han incorporado a nuestro folclor y otras están en pleno proceso de incorporación. Entre las primeras, se puede mencionar al vals que, originario de Europa, llegó a los ambientes aristocráticos de Chile hacia mediados del siglo XIX y se adaptó a la fisonomía de cada región adquiriendo una identidad definida y diferenciada. El caso paradigmático es el del vals chilote.
Durante el siglo XX han existido una serie de bailes que han tenido un paulatino proceso de folclorización. La ranchera, por ejemplo, que originariamente proviene en su forma de la mazurca europea y que en América se desarrolló principalmente en México, llegó a Chile en las primeras décadas del siglo en cuestión gracias a la industria discográfica y su consiguiente difusión radial y cinematográfica. Se afincó notablemente en la zona centro sur de Chile, adquiriendo características propias como una particular interpretación con acordeón, guitarra y batería tradicional. Notables intérpretes chilenos del género han sido Guadalupe del Carmen y, últimamente, la joven María José Quintanilla.
Otro caso significativo es el del corrido, también de origen mexicano, que fue conocido en Chile gracias también al disco y el cine. Fue adoptado por comunidades campesinas, adquiriendo el nombre de "correteado" y bailándose festivamente en numerosas reuniones sociales. Se toca en fiestas con guitarra y acordeón, siendo muy popular en la interpretación de dúos y tríos masculinos.
Un caso emblemático en este sentido ha sido el de Los Hermanos Bustos, uno de los artistas de mayor venta de discos en Chile. La letra habla generalmente de la pérdida del amor.
Más reciente es la incorporación de la cumbia, de gran popularidad y en proceso de folclorización desde la década de 1950 en adelante.