NARRACIONES INDÍGENAS, RAPA NUI

EXPEDICIÓN DE LOS SIETE EXPLORADORES

Vinieron siete mozos. El primero se llama Ira, el segundo Raparenga, el tercero Ku’uku’u A’Huatava, el cuarto Ringiringi A’Huatava, el quinto Nonoma A’Huatava, el sexto U’Ure A’Huatava, el séptimo Mako’i Ringiringi A’Huatava. Eran siete compañeros, los jóvenes Ariki, Ariki Paka (príncipes). 1

Se vinieron desde Hiva en un barco. Hau Maka les dijo: “Cuando vais allá y lleguéis a tierra, mirad hacia los islotes que se llaman “Los mozos de pie en el agua, hijos de Te Taanga!”.

Vinieron y atracaron en Hanga Tepau,2 dejaron la nave en Hanga Tepau. Subieron a ver el volcán;3 no lo vieron; vieron (solamente) una pequeña hoya y dijeron: “La Hoya oscura de Hau Maka”. No era cierto; no vieron el volcán. Cuando habían llegado a tierra, se quedaron (algún tiempo) e hicieron plantaciones de ñames; A’Ku’uku’u hizo las plantaciones. Fueron todos por el otro lado, vieron los kohe y dijeron: “Aquí, pues, están los kohe quebrados por los pies del espíritu de Hau Maka”.

Fueron y llegaron a Poike; se vinieron, dando vuelta, hacia este lado y vieron arena de Taharoa, poca era la arena; pasaron acá y llegaron a Hanga Hoonu; vieron que había poca arena. Dijo Ira: No hay desembarcadero aquí para el Rey; la bahía es pequeña, no sirve para que desembarque el Rey”.

Sintieron hambre; se lanzaron todos mar adentro. Trajeron los peces a la playa con su cuerpo no más; hubo abundancia de peces en la playa. Pusieron el nombre: “Canasto (de pesca) entre muslos”.4

Ira y Raparenga vieron que no había fuego para hacer curanto. Enviaron a dos hombres, quedándose cinco, a la nave a buscar fuego. Estos llegaron, sacaron el fuego,8 y volvieron, llevando el fuego a Hanga Hoonu. Trajeron los peces y los colocaron encima de una piedra; trajeron leña de mako’i, encendieron el fuego y cocieron (los peces); comieron los siete juntos. Quedaron satisfechos y pusieron el nombre de ese (lugar del) fuego: “El fuego de Ira y Raparenga, encendido con mako’i”.

Los siete hombres vieron una tortuga que había llegado arriba a la bahía. Era un espíritu, no era tortuga. Un espíritu que había seguido en pos de ellos. Se rieron y siguieron los siete por el camino. Cuando vio la tortuga que ellos, los siete, venían para acá, siguió ella también caminando en el mar. Llegaron Ira y Raparenga a Ovahe, todos llegaron ahí y vieron la arena, era poca arena. Entonces dieron vuelta hacia este lado,5 hacia Anakena y vieron el arenal grande. Contentos se rieron y dijeron: “Aquí pues, está la parte plana del Rey Hotu Matu’a para que desembarque”. Todos bajaron (al arenal). La tortuga había llegado ya a Hiro Moko.6

Fue el primer joven Ira a levantar la tortuga, pero no pudo moverla. Fue el segundo, no pudo moverla; fue el tercero, no pudo moverla; fue el cuarto no pudo moverla; fue el quinto, no pudo moverla; fue el sexto no pudo moverla. Entonces dijo A’Ku’uku’u: “¡Yo tengo que mover esta tortuga!”. Ira y Raparenga le dijeron “¡Anda, levántala!”. Ku’uku’u fue, levantó la tortuga, se la echó sobre las espaldas y subió (por la playa). La tortuga había oído cómo Ku’uku’u había dicho que él tenía que moverla no más. Apenas estaba levantada en alto, le dio un golpe con sus aletas. El quedó aturdido, enfermo, respirando fatigosamente. Se acercaron los otros, haciendo burla de Ku’uku’u moribundo, herido por la tortuga; lo llevaron al interior de una cueva baja y lo acostaron.

La tortuga volvió corriendo a Hiva. Ku’uku’u dijo (a sus camaradas): “¡Cuidado, amigos, no me dejéis abandonado!”. Todos dijeron: “No te abandonaremos”. Era engaño; sacaron piedras e hicieron montículos de piedras, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis montículos. Los seis dijeron a las piedras: “Cuando pregunte Ku’uku’u ¿dónde estáis amigos?”, contestad vosotros (en lugar nuestro): “Aquí estamos”. Las piedras dijeron: “Está bien, conforme”. Ellos dejaron a Ku’uku’u solo y se fueron; yendo por el camino, llegaron a Hangaroa7. Ku’uku’u preguntó: “¿Dónde estáis?”. Los montículos le contestaron: “Aquí estamos”. Ku’uku’u se alegró. El preguntó otra vez y otra vez le contestaron: “Aquí estamos”. Al fin murió Ku’uku’u.

Ira y Raparengo con sus compañeros, seis en total, vinieron a Hangaroa y se quedaron frente a la bahía mirando las olas arrastrándose sobre las rocas planas en el mar.8 Ira y Raparenga conversaban juntos al venir las olas.9 Decían (entre sí): “Ruhi está a la derecha, Pú a la izquierda, un collar de madreperlas está en el cuello del moai Hinariru,10 otra en Te Pei; a esta no la encuentran ni muchos (que vayan a buscar) juntos; ha quedado en Hiva, en nuestra tierra”. Mako’i Ringiringi los oyó hablar así.

Desde Hangaroa, subieron a Orongo. Cuando llegaron ahí ya habían crecido las yerbas poporo en la plantación de ñames de Ira. Las arrancó; no se terminaron. Entonces dijo Ira: “Es tierra mala”.

Hicieron una casa, la hicieron con empeño para tener dormitorio. Entraron en la casa y en la tarde se fueron a dormir. Entonces dijo Mako’i a Ringiringi: “Quédate despierto cuando yo pregunte a Ira y Raparenga, para que sea tuya la cosa de valor; tú, pues, te quedarás en esta isla, mientras que nosotros, volveremos a Hiva, a nuestra tierra, ¡cuidado que no duermas ahora en la noches!”.

Se acostaron; se hizo de noche, medianoche. Entonces preguntó Mako’i a Ira y Raparenga: “¿Qué habéis conversado vosotros?”. Raparenga le contestó: “Niño, ¿para qué quieres saberlo?”. Dijo Mako’i: “¡Dímelo para que lo sepa!”. Entonces dijo Ira: “Ve, si este mocoso está dormido”. “Si, está dormido”. Le dio un empellón con los pies. Este roncó entonces para que lo oyera Ira. Era ronquera engañosa.

Ira habló: “Ruhi está a la derecha, Pú a la izquierda, un collar de madreperlas en el cuello del moai Hinariru”.

Lo oyó ese mozo que fingía estar dormido y se alegró por poder hacerlo saber a los otros, a los jóvenes que iban a quedarse en esta isla. Pues, cinco pensaban ya volver a Hiva en su barco.